En México, nos sigue costando trabajo pensar en el largo plazo. La inmediatez de la realidad, el avance de la tecnología, los cambios abruptos, la incertidumbre y el agitado estilo de vida provoca que olvidemos una cosa: nuestro futuro. Frases tan mexicanas como “dios proveerá” o “ahí vamos viendo como lo vamos resolviendo” son las peores enemigas de la planeación. Aceptémoslo de una vez: nadie nos va a mantener cuando seamos viejos más que nosotros mismos, y si no ponemos manos a la obra en nuestro retiro, créanme no habrá afore, Gobierno, empresa o hijos que nos alcancen para solventar nuestros gastos en la última etapa de nuestras vidas.