La añoranza de la tierra
Para mi desgracia, no soy de ningún pueblo, sino solo una citadina más de una de las urbes más grandes del mundo: el Distrito Federal o como ahora la llaman, Ciudad de México. ¿Porqué digo que me lamento de no ser pueblerina? Quizá por esa melancolía con que se mira el arraigo a una tierra, sentimiento que en las ciudades simplemente no existe, y menos en las grandes como la mía.
